Al acabar la Primera Guerra Mundial y crearse Checoslovaquia, en 1918, durante 3 años fueron destruidos bastantes monumentos católicos que muchos checos -protestantes, socialistas o simplemente ateos anticlericales- asociaban con el Imperio Austrohúngaro católico que quedaba desmantelado. La mayoría de los monumentos destrozados eran cruces o estatuas de San Juan Nepomuceno. En ese contexto, anarquistas, socialistas y nacionalistas checos derribaron la Columna de la Virgen María de la Ciudad Vieja de Praga, que se había levantado en 1650 por devoción del pueblo de Praga.
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Fuente: Religion en Libertad