A esta mujer de 78 años la fama por la visita del papa Francisco a su casa no se le ha subido a la cabeza. Todos los días sale a las calles de su barrio y aunque muchos la felicitan diciéndole que es el «ángel de los pobres», «la mamá de los niños con hambre» o «la negra que hizo famoso a San Francisco», ella no les hace caso, sonríe y continúa su camino porque sabe que en el comedor en donde atiende a decenas de pequeños, el trabajo nunca termina.
Una situación idéntica vive cuando va al centro histórico de Cartagena, en el Caribe colombiano. Quienes la reconocen paran sus autos para saludarla, otros la abrazan y le prometen ayudas que nunca llegan y muchos se toman selfies con ella para tener un recuerdo de la «negra risueña que salió en televisión con el papa».
Se trata de Lorenza Pérez, la mujer que aquel 10 de septiembre de 2017 conmovió al sucesor de Pedro al contarle que con muy poco dinero les da de comer a muchos niños que sufren por hambre en una de las ciudades más desiguales de Colombia.
En entrevista con Aleteia, Lorenza confesó que la visita papal a su «humilde rancho», además de haber logrado la unión de su familia, la animó a rezar el rosario todos los días, a leer la Biblia y a comulgar en la misa dominical.
«Yo creía que había hecho muy poco por los demás, pero eso cambió porque antes mi compromiso era con el hombre, pero desde ese día, cuando el papa me dijo que yo valía “mucho, mucho”, mi vida cambió. Tengo una responsabilidad más grande y ahora mi compromiso ya no es con el mundo sino con Dios», afirmó esta viuda, madre de tres hijos y con catorce nietos, veinte bisnietos y una tataranieta.
Lorenza, que recuerda entre carcajadas su improvisada tarea como enfermera luego de que Francisco se golpeara la cara contra una baranda del papamóvil, lamenta que las numerosas ayudas anunciadas por esos días nunca le hayan llegado.
«Eso fue como un relámpago porque llegó mucha gente a ofrecer cosas pero todo se quedó en promesas, solo promesas», afirma Lorenza con algo de decepción. Sin embargo, aclara que las empresas, personas y familias, así como la arquidiócesis de Cartagena que siempre la han ayudado, continúan apoyándola.
«Que nazcan más Lorenzas»
Así como creció su popularidad también aumentaron las necesidades y los comensales del comedor de «mamá Lore», ubicado en el patio de su pequeña casa. Junto al mayor costo de las facturas de agua, luz y gas, llegaron más niños a pedirle un cupo para comer algo nutritivo al menos una vez al día.
Antes de la visita del papa tenía 85 inscritos, pero después de ese día debe atender el almuerzo a 120 muchachos que salen de la escuela por la mañana o se preparan para la jornada de la tarde.
Aunque el dinero sea poco y tenga que raspar la olla ―como se dice coloquialmente en Colombia cuando los recursos escasean― Lorenza atiende a quienes llegan sin preguntarles dónde viven o quiénes son sus padres.
«Me duele mucho que muchos de esos niños hayan venido al mundo no por amor, sino por un momento de placer y me duele más cuando me entero que son hijos de niñas que los tuvieron a los trece o catorce años», comenta Lorenza al revisar la lista de nuevos visitantes.
Lorenza sostiene que el problema de la niñez desvalida no se soluciona solo con el suministro de alimentos. Según ella es necesario que se promuevan programas sociales para que niños y adolescentes puedan tener una vida digna.
«Ellos necesitan mucho amor para evitar que caigan en la delincuencia, la drogadicción o la prostitución. Todos debemos organizarnos para que esos niños sean personas útiles a la sociedad y no como sus padres que jamás tuvieron futuro», recalca esta mujer que solo pudo estudiar hasta cuarto elemental.
Aunque dice que tiene fuerzas suficientes para continuar, su anhelo es multiplicar la tarea realizada. Su propuesta es elocuente: «Yo quisiera que nacieran más Lorenzas. Que ojalá hubiera mucha más gente misericordiosa que le apostara a estos niños y pudiera continuar y mejorar lo hecho por mí».
Al reiterar su invitación a quienes quieran continuar su labor, Lorenza les pide tener en cuenta los ejemplos de solidaridad de tres personajes que han marcaron su vida.
Se trata de san Francisco de Asís «porque renunció a todo para servir a los pobres»; san Pedro Claver, el jesuita colombo-español que fue «esclavo de los esclavos negros», y el papa Francisco, «por enseñarnos a ser humilde entre los humildes».
Fuente: Aleteia