Monseñor Toribio Ticona Porco no esperaba más de la vida. A poco de cumplir sus 80 años, en 2016, así lo reconocía, como recuerda el portal de la Iglesia boliviana Iglesia Viva. Se imaginaba, y se imagina, en sus últimos años. “Pero no me acobardo, en mi vida he recibido muchas cosas”, decía.
De orígenes muy humildes, fue lustrador de zapatos de los ricos, revendedor de periódicos, minero, mecánico, albañil, ya hasta trabajó en una cervecería. Trabajó en la mina de Chacarilla e incluso fue alcalde de ese pueblo de 2,000 personas en el Altiplano Sur, durante 14 años. Los domingos, celebraba la Misa para la comunidad.
Por defender la causa de los pobres, como sacerdote, cayó preso. Fue trasladado en helicóptero y estuvo cautivo, “pero todo lo hemos hecho por el señor”. Nadie sabía de todo esto, reconoció en 2016, y es cierto, porque no hay libros y mayores biografías de escritas de este humilde pastor que acaba de recibir la nueva misión de servir a la Iglesia asistiendo donde mande el Papa, como Cardenal.
El padre Toribio fue designado Obispo auxiliar de Potosí en 1986, a los 48 años. A los 55, en 1992, fue designado prelado de Corocoro, donde habitó y sirvió a la Iglesia en lo que creía durante todo este tiempo fue su último destino. Formalmente, se retiró en 2012. Pero siguió sirviendo a la Iglesia en las misiones que le encomendaron, como la animación del Centro Nacional de Formación Integral CENAFI.
El 29 de junio, se convertirá en el segundo cardenal nacido en Bolivia de la historia, después del cardenal Julio Terrazas, fallecido en 2015.
Son días de júbilo para la Iglesia en Bolivia, ya que además de la designación de este nuevo cardenal boliviano, se prepara para la canonización de su primera santa, la Madre Nazaria Ignacia March, que pese a haber nacido en Madrid sirvió durante muchísimo tiempo en Bolivia, donde perfiló una inmensa obra evangelizadora que la llevó por el resto del continente. “Quiero levantar a Bolivia de su postración, no quiero solo pan para sus pobres, ni repartir limosnas que se recogen de la caridad, sino elevar la dignidad de este pueblo, enseñándole a trabajar, procurándole trabajo digno, haciéndole sentir que en las manos de todos, y de cada uno, está el participar de la belleza, de la armonía, la dulzura y la felicidad de sentirse hijo de Dios”, decía la Madre Nazaria de su padre adoptiva.
Mujeres como ellas, y hombres como Toribio Ticona Porco, sacerdote de los pobres y ahora cardenal de la Iglesia, han esparcido semillas evangélicas en un pueblo que hoy encuentra en la Iglesia que procuró ponerlo de pie motivos para la alegría y el orgullo.