Los profesionales que nos dedicamos a la formación de formadores nos enfrentamos a una época de retos y propuestas. Es un momento idóneo para realizar preguntas sobre la calidad de la enseñanza.
Un modelo educativo de calidad tiene que considerar los conocimientos necesarios en cada edad para ofrecer una sólida formación académica, pero debe a su vez favorecer el desarrollo de capacidades que permitan al alumno llevar a cabo un conjunto de competencias básicas que aumenten su aptitud para afrontar con seguridad su vida personal, social, laborar y familiar.
Potenciar el desarrollo de estas capacidades personales y sociales para resolver de manera eficaz los problemas y situaciones de la vida abre nuevas incógnitas sobre el modo de proceder y la metodología adecuada para alcanzarlas.
Veamos algunas de las competencias trasversales que deberían caracterizar el perfil del formador. La educación dura toda la vida porque el objetivo es lograr una auténtica formación integral que considera la totalidad de la persona a lo largo de las distintas etapas de su vida.
- Trabajo en equipo: Se busca a través de esta competencia que se sepa qué es trabajar en equipo y se diferencie de trabajar en grupo. Es importante ser capaz de participar como miembro de un equipo en las reuniones: saber escuchar y saber hacer uso de la palabra oportunamente con intervenciones positivas y constructivas.
- Habilidades de comunicación: El objetivo principal es saber expresarse con claridad en la redacción de escritos y en conversaciones o debates, con un estilo y lenguaje adecuado al interlocutor. También se busca enseñar al alumno a hablar en público y que construya un mensaje oral con los oportunos recursos no verbales: gesticulación, postura, tono de voz, actitud… Es necesario comprender que en el contexto educativo es importante saber guardar silencio y tener capacidad de escucha para captar los mensajes y necesidades del entorno.
- Inteligencia emocional: El objetivo es mejorar el conocimiento de uno mismo, la autoestima, desarrollando la capacidad asertiva. Es decir, ser positivo evitando reacciones como la sumisión o la agresividad, sin adoptar actitudes defensivas o violentas, fomentando la flexibilidad para adaptarse a las nuevas situaciones que se pueden encontrar en cualquier circunstancia de la vida.
- Habilidades interpersonales: Un formador, al igual que su alumno, tiene que saber escuchar y respetar opiniones de los otros y ser capaz de entenderse bien con las personas, con particular atención cuando la procedencia cultural es diversa (etnia, religión o cultura distinta).
- Liderazgo: El formador ha de ser líder de su grupo al tiempo que transmite esta capacidad de liderazgo a sus alumnos y poner en práctica los distintos estilos con los que se puede liderar un equipo.
- Resolución de problemas y razonamiento crítico: Desarrollo de la capacidad de aportar soluciones a problemas y de conocer las situaciones más comunes, saber clarificar el problema, analizar las causas e identificar alternativas de solución.
- Planificación y organización del tiempo: Distribución eficaz del tiempo, ser capaz de ordenar actividades o tareas a realizar según la importancia otorgada así como priorizar demandas, establecer plazos, organizar agenda y horarios para realizar tareas sin malgastar tiempo.
- Aprendizaje autónomo: Sentido de la responsabilidad hacia la propia vida con el objetivo de aprender a buscar información, evaluar información, así como analizar, sintetizar, resumir, comunicar, citar y presentar trabajos siempre en la óptica de la buena gestión de la propia formación continua.
Los formadores, conscientes de que el futuro de nuestra sociedad lo estamos sembrando desde hoy, educan a las nuevas generaciones con el objetivo puesto en su felicidad y en la construcción de un mundo mejor.
Fuente: Aleteia